BuleBar con puertas abiertas

por | 5 agosto, 2018

Fue BuleBar 66 (centro recreativo de Artex) el lugar escogido cuando, para celebrar un cumpleaños, unos amigos nos pidieron que saliéramos un rato el sábado. Para ser exactos, «escogido» no es la palabra, pues el sitio en los últimos tiempos no ha sido una opción más, sino el espacio de referencia frecuentado donde además de pasarla bien, quienes asisten reciben un trato que deja en los visitantes el deseo de regresar a sus predios lo antes posible.

Un diseño de excelencia, donde sobriedad y elegancia combinan y tocan al que allí se llega, junto a la calidad de las ofertas gastronómicas, la higiene, la sencilla belleza de su vajilla y la «buena cara» de sus dependientes, son rasgos que caracterizan a BuleBar 66, inaugurado hace apenas un año, en el capitalino municipio de Centro Habana, justo en el Bulevar de San Rafael, donde se emprende una reparación contundente.

El centro tiene también una programación balanceada, con diferentes propuestas (trova, jazz, rock, son…) que complacen gustos diversos. Llegarse hasta allí resulta grato y la noche puede ponerse buena con cualesquiera de los grupos musicales que se presentan, dentro de una programación que dirige Jorge Gómez, director del Grupo Moncada, cuya presentación tiene lugar todos los sábados.

Con los planes supuestamente hechos,  en realidad nos llegamos a las siete en punto el pasado sábado para esperar plácidamente el concierto nocturno que tiene lugar alrededor de las diez, entre conversaciones, aire acondicionado que paliara el calor denso, y alguna bebida refrescante. Pero llegar y ver una banqueta detrás de la puerta nos dio las señas que no quisimos entender.

–¿Esto está cerrado? Preguntamos a una dependienta que por casualidad se hallaba en la entrada. (Era obvio que sus funciones no eran estar allí para informar al que llegara).  –Hasta las 9:00, fue la respuesta.

Desconcertados por el giro rotundo que se nos obligaba a dar, y desconociendo qué hacer cuando además empezaba a amenazar la lluvia, torcimos el rumbo sin saber exactamente hacia dónde dirigirnos.

De cara al trabajo, sigo pensando en el fin de semana y en mi «Bulebar» frustrado, el que no quiero que cambie, el que precisamos tener para el disfrute de nuestra gente. Veo en mi cuenta de Facebook la página del centro y me decido a dejarle mis impresiones.

«Me encanta ir a Bulebar 66. Lo he visitado varias veces. Este sábado fui y me dijeron que no podía entrar hasta las nueve. Salimos disgustados porque pensábamos reunirnos allí. ¿Qué pasó? ¿Por qué no podemos entrar y pasarla bien como antes?».

Al instante recibí respuesta:

–Disculpe, Madeleine –escribió el comunity manager– desconozco qué pasó, aunque imagino tenga que ver con el tema clima, por el cual incluso estuvimos cerrados varios días (por el ahorro de energía). No obstante, pasaré su opinión a la administración del centro cultural.

En pocos minutos, volví a leer: «Aclarada la situación. Lo que pasó exactamente es que el sábado se trabajó desde el mediodía hasta las 7:00 p.m. Luego hay dos horas de descanso para los trabajadores de servicio y para que se pueda limpiar y recoger el local, justamente hasta las 9:00 p.m. que recomienza la función de la noche. Disculpe si no supieron darle esa explicación. En definitiva, ya la situación es de conocimiento de la administración
y se hará el análisis, y sobre todo la reflexión, con el equipo de trabajo de ese día. Nuevamente gracias por su opinión que nos ayuda a mejorar nuestro trabajo».

A la respuesta, pronta y argumentativa, seguí la rima, explicándole que no fue que nos hablaran en mala forma, sino que no había forma pensada para explicar a quien llegara hasta allí y tuviera que volver la espalda. «Debe pensarse en todo, para que nadie se sienta mal. Por algo la gente los prefiere.

Tiene que seguir siendo referencia del buen gusto y el buen trato, por el bien de este país hermoso que nos pertenece», escribí.
–Coincidimos en eso –leí–.  Desde aquí también #HacemosCuba.

Aunque el problema persiste –porque lo que quisiera haber leído es que se tomarán medidas para no interrumpir el horario de servicio, que fracciona la estancia de quien llega a las 6:00 p.m., quiere quedarse hasta el concierto, y se ve obligado a salir a las 7:00 p.m.– me sentí parcialmente satisfecha.

Tanto bien produce ser escuchado y tenido en cuenta.

La contestación inmediata y responsable, por medio de una página en una red social, puesta en función de atender al cliente, destinada a sostener un intercambio con el público que frecuenta el lugar, y a cargo de un agente que se manifiesta respetuoso y actúa con diligencia a la vez que se explica y defiende con sentido de pertenencia las razones del desazón, no deja de ser una fortaleza para la entidad, aun cuando se den desaciertos como el descrito.

Ya que se evalúe la queja, que se le dé inmediata solución, lo cual puede resolverse con una adecuación de los horarios, o buscando otras alternativas, es harina de otro costal; sin embargo, cuesta creer que donde hay un deseo de trabajar por la felicidad, como se aprecia en la citada conversación electrónica, el chasco de la puerta cerrada pase por debajo de la mesa.

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