Una genial iniciativa de solidaridad de Slow Food Cuba acerca a sus miembros al restaurante Havana Mediterráneo para la compra de varios productos que siempre se han vendido en el ya tradicional Mercado de la Tierra. Para el pasado domingo 29 de marzo estaba programado el primer mercado de este año, como se viene celebrando cada tres meses desde diciembre de 2017; y que prometía ser, por sus muchas sorpresas y organización, un encuentro diferente. Se puede decir que lo fue; pero no como fuera concebido, sino con la venta insertada en la campaña El coronavirus no nos detendrá impulsada desde la sede de Slow Food Internacional en Italia, país amigo fuertemente golpeado por la terrible pandemia que ha cobrado la vida de miles de personas. Sus líderes principales no se han dejado vencer y estimulan a que sus miembros, a escala global, asuman una actitud de resiliencia frente a la catástrofe de salud, económica y social.
En estos momentos en Cuba se está haciendo el llamado Quédate en casa para cortar la cadena de contagios del coronavirus. Cuando salir significa un riesgo solo justificado por la necesidad de comprar alimentos o medicamentos, garantizar una compra-venta de alimentos buenos, sanos y limpios es muy importante. Y la entrega por la Comunidad Slow Vista Hermosa de acelgas, tomates, lechugas, plátanos, yogurt, dulces caseros, croquetas, -a pesar de que no fueran posible sus emblemáticos quesos en particular el Nabacoa-; junto a la presencia de productos artesanales de otros productores que concurren, como los huevitos de codorniz o tomates cherry encurtidos, miel o vinos, devino nuevo evento de significado especial.
Estimulante fue la imagen de ver convertida la ventana delantera del portal, en el restaurant Havana Mediterráneo, en una especie de mostrador de venta; y apreciar a Rául Relova, a Olga Lilia Tanda, a Ariel Coroas y a otras personas de la familia, usando nasobucos, guantes y cumpliendo con todas las medidas sanitarias necesarias para la entrega de las bolsas ya elaboradas, con los pedidos realizados por la Comunidad Slow de la plataforma Cubapaladar, las redes sociales o por teléfonos.
Horas después de concluido el mercado, Relova nos comentó:
«Invitamos a varios productores que también nos acompañaron con sus suministros, cómo fueron Adalberto con sus conservas, Omar con sus vinagres, miel y vino y Yaneli con sus panes artesanales, entre otros. Nosotros lo hicimos con vegetales, hortalizas, viandas, especias, yogurt, dulces de leche, y elaboraciones congeladas como hamburguesas y croquetas. En total se despacharon un poco más de 100 órdenes atendiendo a la logística limitada que disponíamos para ello, además de limitar así también la aglomeración de personas a la hora de la recogida planificada. Sinceramente recibimos de manera generalizada el agradecimiento de quienes pudimos asistir de esta manera y quedamos con el compromiso de evaluar vías de poder seguir garantizando de alguna manera estos productos durante esta etapa difícil, lo cual haremos saber oportunamente, pues requiere un gran esfuerzo y las circunstancias nos limitan bastante. Igualmente lo intentaremos pues somos conscientes del impacto que tiene en la gente. No obstante, y dado que nuestra manera de hacer bajo el criterio de la granja a la mesa nos permite disponer de un grupo importante de suministros de factura propia, ya hemos establecido menús y ofertas bien accesibles que desde ya vamos a mantener por estos días difíciles, también respondiendo a un reclamo de nuestra Comunidad y vecinos de la zona que también lo agradecen.»
Como nuevos saludos de la distancia necesaria emergieron choques de codos o de los pies, resaltaron las sonrisas ocultas tras las máscaras y las miradas intensas; y disfrutamos sobre todo la alegría de volvernos a ver, gran aliento de humanidad y optimismo. Breve fue el intercambio ocurrido con mucha gratitud hacia quienes hicieron posible que el Mercado de la Tierra llegara hasta nuestras mesas. Ante las incertidumbres del momento esperamos con ansias que la experiencia de hoy se vuelva a repetir cuanto antes, para repetir una vez más, junto con Slow Food Internacional, que el coronavirus no nos detendrá.
He trabajdo durante 30 años como profesora e investigadora. Primero en la Universidad de la Habana impartiendo Economía Política y después Relaciones Económicas Internacionales en el CIEI. En 1997 pasé a trabajar en el Ministerio de Cultura en temas relacionados con la gestión cultural y en 1999 paso a trabajar al ISA, primero en extensión universitaria y a los dos años como profesora del Departamento de Estudios Cubanos, impartiendo la disciplina en el área de cultura económica. Tengo más cursos de posgrados que años de vida, -y ya son bastantes-, un Diplomado en Recuperción Integral de Centros Históricos( en la Oficinadel Historiador de La Habana), y una Maestría en Desarrollo Cultural, en el ISA, defendida con el tema de la Procuración de Fondos en la Cultura, en Cuba.