Me animo entonces a compartir con ustedes una mirada (mi mirada) hacia el esfuerzo grande que se hace en la Educación Superior (es la que me toca) como contribución a paliar los efectos del virus en nuestra sociedad. No caben dudas, que el mayor impacto de la situación epidemiológica es en la salud y la economía, pero los jóvenes son parte de esto y todo armoniza como un engranaje para que la sociedad se caotice lo menos posible.
Pienso que salvo para los que de alguna manera estén involucrados, la mayor cantidad de información y el mayor número de opiniones que se maneja, se relaciona con el hecho de que se cierren o no las instituciones. Me atrevo a recomendar que se busquen publicaciones de otros países, por ej EU en las que se analiza la conveniencia y el momento de suspender las clases, enfocado además de en lo obvio, en el problema asociado a la alimentación de los numerosos niños y jóvenes de no pocos sectores menos favorecidos y en el riesgo de quedar al cuidado de personas de más edad y mayor riesgo de enfermar, entre otras consideraciones muy interesantes.
Digo con gran orgullo, que unos cuantos compañeros se desvelaron preparando las condiciones para el anuncio del cierre, para detener temporalmente la actividad docente que es mucho más compleja de la que se tiene normalmente idea, que involucra cantidades impresionantes de jóvenes y que hay que continuar con la menor afectación posible. Si pensamos, estamos hablando de evitar que los jóvenes tengan que postergar su graduación o aumentar el tiempo de su carrera, todo ello por no poder retomar oportunamente las actividades. Claro, todo bajo un principio ético, como les digo a ellos, que las notas no se regalan, que hay que obtenerlas lo más dignamente posible, con coronavirus o sin él.
Es en esta cuerda, que les cuento que he estado aún hasta ayer lunes 23 incluido, (como muchos docentes) que se decretó el cese de las clases, dando clases, tomando eso sí, todas las medidas y de alguna manera, siendo “promotora de salud”, porque soy una convencida de que es solamente a partir del conocimiento, de entender realmente lo que sucede y no de repetir mecánicamente las medidas, que se puede actuar con la conciencia que los tiempos precisan.
El cese de actividades llegó con la orientación de que se organizaran las actividades de manera virtual, pero “avispadita yo” ya tenía avanzado bastante esa cuestión y pude al menos iniciar el proceso de orientación, de qué hacer en las 3 asignaturas que me ocupan en este momento. Me adelante el viernes 21 y en la mañana del lunes 23, antes que llegara la orientación.
Ahora trato de hacer grabaciones de las conferencias, mantener comunicación con los grupos de Whatsapp con los estudiantes de las 3 asignaturas y en breve leer lo que me manden y evaluar. Como suponen, no me aburro en aislamiento…..Estoy pasando un trabajo horrible para convertirme en “cineasta” y confieso que no se me da nada bien…
Bueno solo espero que a través de mi modesta experiencia, que es la que puedo comentar, tengan una parcial y pálida idea de cómo se enfrenta este asunto por parte de mis compañeros profesores, de la Universidad, del Sistema de Educación Superior y por los estudiantes, que son los primero dolientes en este caso particular. Todo esto sin hablar de las becas, de los estudiantes extranjeros y de una gran cantidad de etc.
……si tenemos en cuenta que en mi caso particular se trata de la carrera de Licenciatura en Ciencias Alimentarias, considérenlo por favor, una contribución a la alimentación saludable que nos une.
Me gustaría que se tomen acciones para abaratar tiempos de conexiones, datos y cuanta cosa permita llevar a la práctica estos esfuerzos, porque a nadie le caben dudas de que solamente con los buenos deseos, el esfuerzo y el “buen ánimo” no se resuelven las cosas, aunque sean una premisa fundamental para ello.
Profesora titular del Instituto de Farmacia y Alimentos
UNIVERSIDAD DE LA HABANA