Siempre existen motivos para volver a Mamainé, uno de los primeros establecimientos de la avalancha cuentapropista en denominarse como café. Sus espacios rústicos, semi-laberínticos y bien delimitados, lo premian con un ambiente bohemio, ideal para largas conversaciones y encuentros. Su novedosa barbacoa con cojines como asientos, los salones laterales bañados de verdor y el portal al estilo de morada familiar, así como sus precios no tan escandalosos, atraen a visitantes asiduos y curiosos que buscan estilos diferentes. La promoción del arte y su llamativo diseño de menú por el pintor e ilustrador, Paul Sosa, representan uno de sus puntos más altos.
En mi última visita, solicité nuevamente el capuchino, 1.80 CUC, especialidad que ha sufrido altibajos en degustaciones previas. Éste salió servido con una espuma sobresaliente polvoreada con canela y acompañado de una golosina, en este caso, una galleta. Su suave textura, agradable aroma y adecuada temperatura fueron de nuestro agrado, dejándonos deseosos por regresar.
Sabor:
Temperatura:
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Precio-calidad:
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Supervisa el desarrollo del proyecto e interviene activamente en la toma de decisiones. Participa en el diseño, la comunicación y la crítica de Cuba Paladar. Licenciada en Educación Informática, con cinco años de experiencia en relaciones internacionales. Amante de la comida sana, las artes visuales, la música, el cine, la ecología y los animales, especialmente los perros. Es cuentapropista y emprendedora. Disfruta aventurarse en degustar nuevas experiencias culinarias.