Si le preguntáramos a un grupo de personas qué entiende por comer bien, las respuestas serían tan variadas como diferentes pudieran ser los rasgos que las identifican. Es cierto que esas respuestas estarían condicionadas por la biodiversidad de los lugares de procedencia de cada una de las personas, por las costumbres y tradiciones alimentarias, por las tecnologías aplicadas en la elaboración y conservación de los alimentos, por los saberes trasmitidos de las madres y los padres a sus descendientes, por la participación de las familias en la producción y distribución de lo productos agrícolas o ganaderos, por las técnicas heredadas y aprendidas en el arte de la pesca. Se pudiera decir que cada cual parte de una experiencia única resultado de procesos culturales diversos. Y es en la forma de alimentarnos y en el universo asociado a su consecución donde radica una de las riquezas más genuina de la diversidad cultural, es por excelencia el espacio en el que la cultura alcanza una de sus más notables expresiones.
No obstante las diferencias derivadas de esa diversidad, hay algo en común que resalta y es el deseo de comer alimentos buenos, limpios. De que los alimentos además de nutrirnos nos aporten al paladar el placer que la riqueza de la naturaleza nos brinda en color, texturas y sabor. Queremos que nuestros alimentos estén libres de productos químicos o contaminantes. Es una aspiración común que los productores de alimentos y los consumidores logren ajustar precios que permitan el intercambio, de manera justa, entre ambas partes de ese binomio indispensable. Y es precisamente con ese noble fin de combinar tres criterios básicos: bueno, limpio y justo que surge Slow Food, como movimiento y contraparte necesaria a la tendencia creciente al consumo de las llamadas Fast Food, conocida también por “comida chatarra”, lucrativo negocio de las cadenas transnacionales elaboradoras de alimentos que operan en el sector a escala mundial.
Esta idea surgida en Italia en 1989, liderada desde entonces por Carlo Petrini, tiene hoy más de un millón de activistas repartidos en cerca de 160 países de todos los continentes. Sus seguidores están nucleados en proyectos dirigidos al rescate de las tradiciones alimentarias, a la promoción de nuevas formas de producir y elaborar los alimentos respetando la naturaleza, a proyectos educativos para la creación de hábitos alimentarios sanos en las nuevas generaciones. Estos son, entre otras más acciones y proyectos, algunas de las líneas de trabajo de Slow Food Internacional. Este movimiento es, ante todo, una novedosa filosofía para promover una cultura de la alimentación que contribuya a la salud humana aprendiendo a disfrutar la comida a partir de plataformas diferentes. Sus conceptos tienen como intención el proporcionar las claves para una producción, intercambio, elaboración y consumo de los alimentos acorde con los retos del cambio climático, con la preservación de los hábitos de cada región o país, y el respeto a la conservación de la naturaleza y el medio ambiente.
En el área del Caribe al cierre del 2014 existían 252 proyectos repartidos en número diferentes entre 11 países del conjunto que la conforma. Estos proyectos han estado encaminados a la promoción de una alimentación sana y nutritiva a través de la creación de huertos escolares y comunitarios; al desarrollo de las relaciones fructíferas que deben existir entre los agricultores, granjas, cadenas de suministradores y jefes de cocina; a la educación de las niñas y los niños para el rescate de alimentos locales y su elaboración natural; todos estos proyectos y muchos otros más, que progresan bajo los principios de Slow Food Internacional han servido para estrechar vínculos comerciales y culturales entre productores, comercializadores y consumidores de productos alimenticios en el área.
En Cuba también existen seguidores de SFI. Desde 2004 hasta la fecha varios grupos en diferentes partes del país han llevado a cabo interesantes iniciativas, actividades y encuentros inspirados en la filosofía de Slow Food. Algunas personas vinculadas a labores agrícolas, a la educación ambiental y a la gastronomía han participado en eventos como el de Terra Madre, siendo el más reciente el de este año 2016 en Turín. En este espacio la presencia cubana dio a conocer las iniciativas que existen en Cuba y ofreció la degustación de deliciosos platos de nuestra culinaria. Sorprendidos y satisfechos numerosos asistentes al encuentro de diversas partes del mundo se despidieron de nuestra pequeña representación. Ilusionados con las experiencias vividas y el intenso intercambio cultural propiciado por SFI, todos los participantes reunidos en esta hermoso lugar de la región del Piamonte en Italia se comprometieron por una alimentación mejor.
Lo que en Cuba viene sucediendo en materia agrícola, alimentaria y gastronómica desde hace más de cincuenta años es afín a los principios que Slow Food Internacional se ha propuesto llevar a lo largo del mundo. Si en algún lugar del planeta existe un terreno fértil para que prospere la filosofía slowfoodiana es entre las cubanas y los cubanos porque hemos logrado enriquecer y conservar la tradición de una alimentación natural y sana legada por nuestros antepasados, elemento de nuestra identidad. Se puede afirmar que la alimentación, su cuidado y atención en Cuba es parte esencial de nuestra cultura y de su política agrícola y ambiental.
He trabajdo durante 30 años como profesora e investigadora. Primero en la Universidad de la Habana impartiendo Economía Política y después Relaciones Económicas Internacionales en el CIEI. En 1997 pasé a trabajar en el Ministerio de Cultura en temas relacionados con la gestión cultural y en 1999 paso a trabajar al ISA, primero en extensión universitaria y a los dos años como profesora del Departamento de Estudios Cubanos, impartiendo la disciplina en el área de cultura económica. Tengo más cursos de posgrados que años de vida, -y ya son bastantes-, un Diplomado en Recuperción Integral de Centros Históricos( en la Oficinadel Historiador de La Habana), y una Maestría en Desarrollo Cultural, en el ISA, defendida con el tema de la Procuración de Fondos en la Cultura, en Cuba.