Durante un recorrido con unos amigos foráneos por el casco histórico de la Habana Vieja decidimos detenernos en La Bodeguita del Medio, lugar visitado y frecuentado en el pasado y el presente por grandes exponentes nacionales e internacionales de la cultura universal, sobre todo por Ernest Hemingway, quien con su reconocido eslogan ”Mi Daiquirí en El Floridita y mi Mojito en La Bodeguita” le adicionó una popularidad perdurable a este reconocido lugar ubicado en el corazón de La Habana colonial, que lo convirtió en un sitio de casi obligada asistencia de visitantes primerizos.
Concurrido en exceso, era domingo por demás, logramos escaparnos del bullicio y la buena música, algo ensordecedora, penetrando por un estrecho pasillo hasta llegar a la escalera que nos condujo al piso superior. Allí, en ese espacio de salón entre el bar y los músicos, nos sentamos deseosos de probar el emblemático coctel, sello y especialidad del lugar.
Debemos confesar que al observar desde lejos la destreza del barman en la confección de este trago, mis expectativas escalaban continuamente varios peldaños, pero en pocos minutos estas colapsaron contra el subsuelo al recibir lo esperado. Fue desencanto a primera vista lo que experimentamos al advertir los pedazos de hojas marchitas de hierba buena que flotaban indistintamente en la superficie del vaso colmado de una mezcla blanquecina de agua con unas pocas gotas de limón (asumimos), y la carencia significativa de azúcar. Nuestros rostros solo reflejaban insatisfacción y vergüenza, pues esperábamos probar en la cuna de este popular coctel, al menos, un Mojito con ingredientes armónicamente combinados. Pero el asunto no quedó ahí. Mi desencanto se convirtió en impotencia al escuchar el precio: i5 CUC!, cuando, por ejemplo, en la Casa Balear por un costo inferior a 1 CUC podemos consumir algo similar, y en la mayoría de las paladares por precios entre 2.50 CUC y 4 CUC convierten en arte la confección de este coctel. De momento, pensamos que ese debería ser el precio del cover y no el pago por un Mojito, para evitar que personas orgullosas de los logros de la coctelería cubana sientan tristeza al ver cómo otros destruyen estos sentimientos. Afortunadamente, la excelente música contrarrestó un poco la decepción.
Al retirarme, imaginé el rostro que exhibiría Hemingway si mágicamente viajara al siglo XXI para disfrutar de su preciado coctel y descubriera esta traición, que más que traición es un asesinato a la tradición.

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